El cielo, el universo y
la eternidad son, para mí, los
verdaderos límites de la mente humana. Las limitaciones pertenecen a cada uno de nosotros, si les hacemos caso.
“En un día claro se ve
hasta siempre” es el titulo de una película de los 70s dirigida por Vincent
Minelli. Lo que me gusta de ella es el título que traigo a comentario.
La claridad de la luz es
la que nos permite ver lejos, muy lejos. Esa misma claridad debería darse en
nuestro interior, muchas veces empañada u oscurecida por cuestiones sin
importancia, o por cuestiones menores, o sin utilidad.
La claridad de nuestro
interior se da cuando definimos nuestra meta, porque hemos conocido nuestra
vocación y hemos decidido practicarla.
La claridad de nuestro
interior se da cuando hemos conocido y utilizado la fuerza del amor y del perdón.
La claridad de nuestro
interior se da, también, cuando vemos a nuestra existencia como parte
importante de la existencia de los demás.
La claridad de nuestro
interior se manifiesta cuando estamos respondiendo con alegría por todas
nuestras obligaciones y deberes.
La claridad de nuestro
interior se ilumina, cada vez más, cuando aportamos algo para que se siga dando
el milagro de la vida cotidiana.
Hasta pronto.