Normalmente, he tenido mucho cuidado para manejar mis sentimientos, emociones y sensaciones. Trato de que mis emociones sean racionalmente analizadas; los sentimientos profundamente definidos; y las sensaciones inmensamente gozadas porque, en este apartado, la razón misma desaparece para darle paso a este maravilloso mundo: el del sentir con intensidad gozosa la vida de ese momento.
En fin trato de que vivir con razones emocionadamente analizadas y emociones racionalmente hurgadas.
Afirmo que el pensamiento o mi pensamiento lo considero luz que
enciendo para guiarme, el pensamiento solo no se enciende, tienen la
facultad para hacerlo; sin embargo, si no le doy peso específico a mis
ideas, conceptos o decisiones, poco tiene de luz mi pensamiento y mi
elección final.
Cuando se analizan las decisiones que se tienen que tomar, a la luz de la razón, no tiene uno por qué quejarse al enfrentarse a resultados inesperados. Si previamente, habia pensado en los riesgos, no tengo ninguna razón para expresar mis dolencias o desaciertos y, mucho menos, mis lamentos.
Si pienso las cosas de la mejor manera, ordenada y sincera, mis conclusiones deben ser, necesariamente, positivas y enriquecedoras.
Es por eso el título de esta reflexión: El pensamiento puede ser luz; la emoción, fuego.
Hasta pronto.
Cuando se analizan las decisiones que se tienen que tomar, a la luz de la razón, no tiene uno por qué quejarse al enfrentarse a resultados inesperados. Si previamente, habia pensado en los riesgos, no tengo ninguna razón para expresar mis dolencias o desaciertos y, mucho menos, mis lamentos.
Si pienso las cosas de la mejor manera, ordenada y sincera, mis conclusiones deben ser, necesariamente, positivas y enriquecedoras.
Es por eso el título de esta reflexión: El pensamiento puede ser luz; la emoción, fuego.
Hasta pronto.